Historia de Miramar
La historia de Miramar se cuenta a través de sus hoteles y el comportamiento de la laguna, que se ha alejado y ha subido sobre el poblado que atardece mirando al sol perderse en un inmenso horizonte azul y marino.
Las primeras construcciones hoteleras preceden a la aprobación del primer loteo, propiedad de Diehl y Ayerza (1921).
Lorenzo Barone construyó lo que se considera el primer alojamiento para turistas en 1908: unas 20 habitaciones levantadas con la técnica constructiva del rancho criollo: barro y postes de quebracho.
A partir de 1912, los turistas podían llegar en tren, a Balnearia, y tras cruzar 12 km de tierra arribar a Miramar (recién se pavimentó en 1954). Pero además de paseantes, el ferrocarril trajo habitantes a este poblado que, sin Estado, caminos ni electricidad, comenzaba a delinear sus formas.
El emprendimiento de Victorio Rosso, de la década del ’20, es indudablemente un hito urbano. Por aquellos años, se ingresaba al pueblo por este hotel y el cartel que anunciaba su nombre: Mira-mar es para muchos el antecedente que da nombre a la localidad. Cubriendo una extraordinaria oferta de servicios, era visitado por cordobeses, rosarinos, porteños, santafesinos y algunos extranjeros. Un Ford T carrozado unía Balnearia con Miramar y ésta con El Tío, servicio que se considera el primer transporte interurbano de pasajeros de Córdoba.
Alrededor de estos primeros esfuerzos la costa de la Mar Chiquita se fue ocupando con muelles, casillas, vestuarios, embarcaciones, lanchas, veleros, flotadores y visitantes cubiertos de barro. La fangoterapia fue uno de los principales atractivos del lugar. En países como Alemania e Italia se recomendaban los tratamientos de agua y barro de esta enorme extensión de agua salada.
En 1948 se construyó el primer canal de 1.500 m de largo por 20 de ancho y un metro de profundidad. Y pese a la sequía que se extendió desde 1944 a 1955 las virtudes termales estaban potenciadas: el agua de los canales tenía más de 200 gramos de residuos salinos por litro y el fango era de fácil extracción.
En 1957 la laguna volvió a acercarse a Miramar, avanzando dos años después sobre su costanera, por lo que a fines de 1959 llegaban a Balnearia las piedras que darían cuerpo a sus defensas costeras. Pero en 1961 las aguas retrocedían otra vez anunciando una nueva sequía.
En los años ’70, Miramar consolidó una importante infraestructura turística y la naturaleza, en un principio, acompañó el entusiasmo. Tenía 110 hoteles, varios edificios públicos, tres kilómetros de costanera pavimentada, escaleras, duchas, sanitarios, playas públicas, accesos y bajadas para lanchas, club náutico, tres piletas públicas de agua salada y centros termales eran parte de su costa. Pero sólo a tres años de lo que parecía el despegue, una vez más la naturaleza se pronunció
En 1974 comenzó un período húmedo que, entre los años ’76 y ’78, haría que las aguas de la laguna afectaran a 198 familias; cubrieran 37 manzanas, 120 mil metros cubiertos de edificación, el 90 por ciento de los establecimientos hoteleros, 60 emprendimientos comerciales; la terminal de ómnibus, el Centro Balneológico Termal, el camping municipal, escenarios para festivales al aire libre, escuelas primarias y secundarias, Banco de la Provincia de Córdoba, Cooperativa de Criadores de Nutria, Asociación Hotelera, Casino Provincial, dos de sus iglesias, el Club Náutico, los edificios de Entel y Encotel, todas las plazas públicas... El agua avanzó sobre el esplendor de Miramar y expulsó a una buena parte de su población: de 4.200 habitantes registrados en 1976, quedaron sólo 2.000, pasada la inundación (el censo de 2001 constató 2.500 residentes
De ninguna manera fue fácil. Si bien el agua también trajo al pejerrey, los esfuerzos por continuar se inclinaron hacia la curtiembre y la peletería, los miramarienses le dieron la espalda al mar y tardaron más de una década en vislumbrar soluciones.
En 1992, a través de un convenio con el ejército, se procedió a detonar las partes de Miramar que se levantaban bajo el agua.
El 15 de setiembre de 1992 Miramar decía adiós a una parte de su historia.